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Borges, Bioy Casares y el arte de escribir sobre la leche

Borges, Bioy Casares y el arte de escribir sobre la leche

Cuando personajes de la literatura argentina, tales como Bioy Casares y el propio Jorge Luis Borges, escribían de las bondades de la leche y el consumo de lácteos en el Buenos Aires del 1900.

En 1889 se fundó La Martona con una planta frente a la estación de tren de Cañuelas. Su nombre estaba inspirado en Marta, una de las hijas de Don Vicente Casares, quien luego fue la madre de Bioy Casares.

La idea era que la compañía congregara las tres patas del negocio: producción primaria en tambo, industrialización y luego comercialización al público. En la zona de Cañuelas, allí frente a la estación de tren, estaba la fábrica, que era abastecida por 52 tambos. La Martona puso en marcha una seria de locales llamados Lecherías. Ya en 1915, contaba con 65 sucursales en Buenos Aires y vendía más de 300 mil litros por mes.

Tal como mencionó el portal de El Cronista, Casares ya había tenido una experiencia directa con los consumidores. 

En 1877 instaló un tambo en lo que hoy es el barrio porteño de Palermo para ofrecerle leche recién ordeñada a los transeúntes. Sin embargo, una inundación arrasó con su proyecto. Regresó tras la creación de La Martona con un nuevo proyecto: bares lácteos.

En los bares lácteos se vendía un vaso de leche con tres vainillas.

En estas lecherías vendían vasos de leche fresca, aunque también los clientes podían pasar a rellenar su botellón. La empresa no paró de crecer. Sin embargo, el mercado lácteo contó con nuevos jugadores y también la familia Casares se complicó con el reparto de la herencia. Finalmente en 1978, La Martona cerró sus puertas.

Bioy Casares, Borges: escribir sobre leche

La integración no fue el único proyecto innovador de La Martona. En 1890 empezó a envasar manteca con papel sulfurizado en lugar de tela o lienzo. Esto le permitió exportarla a Europa unos años después. A su vez, inició la producción industrial de dulce de leche en 1902 y lanzó la leche cuajada (primera versión del hoy conocido yogur) en 1908.

Justamente este último producto unió a la marca con Bioy Casares. Junto a Borges escribieron un folleto en tono científico en el que contaba las bondades de la cuajada.

«Mis tíos, los Casares, -explicó alguna vez Bioy en una entrevista con Tomás Barna en 1997- me encargaron, un poco como para estimularme en la literatura, aunque parezca un tanto absurdo, un folleto sobre las virtudes de la leche cuajada y el yogurt. Pagaban $ 16 la página, que era bastante dinero. Yo sabía que Borges estaba pasando momentos de estrechez económica y le propuse que hiciéramos eso juntos».

Buenos Aires, 16 de abril de 2023

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