La “economía del bolsillo” juega un rol fundamental -entre otros determinantes- en la confianza que la sociedad tiene en un gobierno, y, consecuentemente, en sus decisiones de voto. Cabe destacar que, al momento de votar, el grueso de la población no lo hace mirando el nivel de las reservas netas, el déficit fiscal o la asistencia monetaria del BCRA al Tesoro, sino que más bien se ve influida por lo que vive en carne propia en el presente: la evolución del poder adquisitivo, el empleo, la capacidad de consumo y las condiciones de vida son factores mucho más relevantes al momento de castigar o recompensar la gestión de los gobiernos.
En este marco se inscribe la principal iteración economía-política: quienes gobiernan tienen incentivos de corto plazo a mejorar la posición económica de los hogares en los años electorales, dando lugar a que los ciclos políticos sean una de las claves para anticipar posibles movimientos de la política económica. En este sentido, se suele apelar a la acumulación de ciertos desequilibrios en los meses previos a las elecciones, que tienden a ser parcialmente corregidos pasados los comicios, una vez que el costo político se reduce. Entre estas medidas se destacan el atraso cambiario y tarifario, buscando desacelerar la inflación; las tasas de interés reales negativas, promoviendo el crédito barato y/o desincentivando el ahorro; y el aumento del gasto público en términos reales.
A 3 meses de que el Gobierno enfrente la gran encuesta nacional (las PASO), nos preguntamos: (i) ¿Cómo llega la “economía de bolsillo” con relación a elecciones pasadas?, y, por otro lado, (ii) ¿Existe margen para generar mejoras palpables en los próximos meses?
Para responder a estos interrogantes, realizaremos un breve análisis de la evolución de distintos indicadores socioeconómicos en las proximidades de las PASO desde su primera edición en 2011.
No son pocos los indicadores de consumo sectoriales que dan cuenta de un deterioro importante en términos históricos. Por caso, el consumo masivo -alimentos, bebidas y artículos para cuidado del hogar y personal- se ubica actualmente un 12% por debajo de 2015 o es 5% inferior a 2017 (según Scentia); el patentamiento de vehículos resulta 50% más bajo que en el pico de 2013; el crédito al consumo es 43% más bajo que en aquel año; la compra-venta de inmuebles en CABA y PBA es un 15% inferior y la adquisición de electrodomésticos y electrónica de consumo es cerca de 20% inferior a 2017 (más aún respecto a 2015).
Empobrecimiento del tejido social: el peor escenario en la historia de las PASO
Las condiciones socioeconómicas arrastran un marcado deterioro. La principal evidencia se encuentra en la tendencia creciente de la tasa de pobreza: estimamos que actualmente ya supera el 40%, registro que no sólo supone el nivel más elevado para un año electoral, sino que es el mayor desde 2005.
Esta desmejora tiene lugar frente a una creciente inflación que estimamos supere el 115% interanual en mayo, alcanzando niveles considerablemente superiores al del resto de los años electorales (los mayores desde 1991, a la salida de la última hiperinflación). Para dar cuenta de la magnitud, la suba de precios se ubica 70 p.p. por encima del último año electoral (2021), 60 p.p. por encima de 2019 y 90 p.p. por encima del promedio de inflación anual del resto de los años electorales analizados (25%), que exhibieron una cifra anual en un rango más similar.
Esta dinámica ha dado lugar a un manifiesto debilitamiento del ingreso real de los hogares, tanto laborales como no laborales. Por un lado, el salario real (formal e informal) se ubica en 2023 en el nivel más bajo en contraste a todos los años electorales, previendo que este año sea el sexto consecutivo de caída. En este sentido, luego del último pico alcanzado a mediados de 2017, el salario real formal se ubica actualmente en niveles 19% inferiores hasta marzo, mientras que el deterioro del salario real informal para el mismo periodo alcanza el 42%.
Por otra parte, el valor del salario mínimo, la Asignación Universal por Hijo (AUH) y la jubilación mínima exhiben asimismo una notable merma en su poder adquisitivo: el Salario Mínimo Vital y Móvil (SMVyM) perdió un 37% de poder de compra respecto a 10 años atrás (elecciones de 2013), la jubilación mínima un 24% (aun contemplando los bonos actuales) y la Asignación Universal por Hijo (AUH) un 18%.
Sumado a esto, el encarecimiento relativo de los alquileres –en un contexto en que crece la proporción de inquilinos- constituye otra muestra de las dificultades económicas que enfrentan muchas familias. A modo ilustrativo, actualmente un salario real del sector formal (RIPTE) -el mejor posicionado- representa cerca del 35% del costo de alquiler de un monoambiente -lo más económico- en CABA, el peor guarismo en comparación a otras previas electorales. Por caso, en 2015 el alquiler representaba el 25% del ingreso, bajo estos mismos parámetros.
Este deterioro en el tejido social tuvo lugar a pesar de una mejora en los principales indicadores del mercado de trabajo. ¿Cómo se explica esto? En el cuarto trimestre de 2022 (último dato disponible), la tasa de ocupación alcanzó niveles máximos para los años electorales analizados, mientras que la tasa de desempleo se encontró en niveles mínimos. Sin embargo, al realizar un análisis al interior de las modalidades de empleo se observa que la mayor cantidad de nuevos empleos de los últimos años correspondió a puestos informales y cuentapropistas: en números, entre 2019 y 2022 estas dos modalidades explicaron el 72% de la totalidad de empleo generado.
Asimismo, el incremento en la tasa de actividad –conformada por las personas que tienen un empleo o están buscando uno- hacia máximos para los años electorales analizados es propiciado por el “efecto trabajador adicional”, ante de la necesidad de sumar ingresos en familias cuyo poder adquisitivo tambalea, volcando a las personas a autoemplearse o bien aceptar empleos de baja calidad, reduciendo la probabilidad que esto se traduzca en un mayor desempleo. Asociado a esto se encuentra una tendencia hacia el pluriempleo.
Esta dinámica ha profundizado la dualidad del mercado laboral: “los de adentro” (formales) -protegidos por unas paritarias que se acortan en sus plazos de ajuste y logran responder más rápidamente a la aceleración de la inflación- muestran una trayectoria de ingresos reales que se continúa separando de “los de afuera” (informales), aumentando su dependencia de transferencias del Estado.
Buenos Aires, 21 de mayo de 2023