Las últimas lluvias resultaron muy oportunas para la soja de primera, que estaba por entrar en período crítico, y también fueron de ayuda para el maíz temprano y evitaron mayores pérdidas de rendimiento.
Si bien febrero se proyecta con una alta incertidumbre, especialistas del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) analizan los pronósticos estacionales y los de corto plazo para la toma de decisiones.
La campaña de cultivos de verano 2020-21 se inició con una alta expectativa por la ocurrencia de sequías, dado que en la mayor parte del centro y norte del país no había buenas reservas hídricas en los suelos, especialmente detrás de cultivos de invierno de servicio o cosecha. La dependencia de la evolución de las lluvias era alta y la perspectiva de circulación atmosférica desfavorable.
Los patrones climáticos que rigen las campañas son altamente variables, sistemas no lineales y con pronósticos y tendencias que requieren ser considerados de manera probabilística en la toma de decisiones.
“El uso de esta información de manera adecuada, la combinación de los pronósticos estacionales y los de corto plazo para la toma de decisiones en los momentos de alta incertidumbre en las predicciones, es un ejercicio muy importante para la adaptación de nuestro sector al clima”, explicó Pablo Mercuri, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales del INTA.
El estado de los cultivos
La escasez de lluvias se prolongó en diciembre en la zona central del país dificultando la siembra y buena implantación de cultivos de segunda de soja y maíz. Excepto en siembras sobre muy buenos ambientes y con napa cerca, la sequía limitó el rendimiento alcanzable del maíz temprano, reduciendo el número de granos y su tamaño potencial.
Hacia el oeste, en el semiárido central, con predominio de cultivos de primera tardíos, la escasez no generó problemas. Hacia el norte, en la región chaqueña, no llegó a impedir el buen comienzo de la siembra de verano, con alguna heterogeneidad en el espacio. Hacia el sur de la región pampeana las lluvias acompañaron bien el crecimiento de los cultivos.
De acuerdo con Jorge Mercau, investigador del INTA San Luis y coordinador del Proyecto Disciplinar Interacción de Agroecosistemas y Napas freáticas, “la recarga de los suelos a fin del 2020 mostraba una cosecha nacional altamente dependiente de una rápida normalización de las lluvias”.
En esa línea, Mercau puntualizó: “estas llegaron a principios de enero, con la notoria excepción de la Pampa Ondulada y el este de Córdoba, mejorando la implantación y recarga hídrica de los cultivos tardíos, incluyendo a los de primera y a los sembrados sobre cultivos previos de servicio y de cosecha”.
Mercau catalogó a las lluvias como “muy oportunas para las primeras sojas, que estaban por entrar en su período crítico, y algo tardías para el maíz temprano, aunque, al sostener el llenado de granos evitaron mayores pérdidas de rendimiento”. No obstante, manifestó que “el impacto potencial de la sequía en la futura cosecha de maíz fue en gran parte atenuado por una fuerte adaptación estratégica, las decisiones de los productores llevaron al predominio de siembras tardías a nivel nacional en la presente campaña”.
Las precipitaciones que cubrieron gran parte del área agrícola sobre fin de enero permitieron enfrentar febrero con muy buena recarga. En toda la franja central del país habría buena reserva de agua en sojas de primera, que atraviesan sus etapas críticas, y en los cultivos tardíos y de segunda, que las están iniciando.
“Solo los suelos más someros, en el sur de Buenos Aires y norte de La Pampa, y parte de los vertisoles del litoral están dependiendo de prontas lluvias. Hacia el norte de la región, en general todavía faltan unos días para iniciar las etapas críticas de soja y, luego, maíz, y la situación hídrica y de los cultivos es buena”, expresó Mercau.
De acuerdo con los registros, en la segunda mitad de enero volvió la escasez de agua, con el agravante de que ocurrieron varios días con muy altas temperaturas. En lotes con baja reserva de agua las plantas redujeron la transpiración, y con ello el enfriamiento del conopeo, agregando a la limitación hídrica del crecimiento el daño por estrés térmico. “Los cultivos de soja que habían comenzado la fijación de sus vainas, sufrieron ese evento”, describió el coordinador.
En cuanto a la dinámica de las zonas con influencia de napas freáticas cercanas en las llanuras pampeana y chaqueña, “durante la prolongada sequía se observó un descenso de la freática, que abasteció de agua, producto de excesos anteriores, a la transpiración de cultivos de invierno y tempranos de verano”, afirmó Mercau.
Por su parte, desde el Instituto de Clima y Agua observaron un mejoramiento del agua en el perfil del suelo en áreas de Córdoba, San Luis (norte), Santa Fe, NEA y norte argentino, con un porcentaje superior al 50% con respecto a la capacidad de campo de cada región. En ese sentido las lluvias registradas permitieron finalizar el mes en condiciones entre adecuadas y/o con excesos. Por el contrario, continúan siendo deficitarias el contenido de humedad en el suelo estimado para la región Pampeana (sur) y Chaqueña (centro).
Buenos Aires, 10 de enero de 2021